A cuarenta minutos del Tena existe un paraíso, un poblado que posee una sencilla plaza central, muchos restaurantes baratos y una inmensa iglesia evangélica como en la mayoría de poblados en el Oriente. Pero aquí hay un plus, algo que no es precisamente las construcciones o su gente, es su playa que da al tranquilo Rio Napo, de arena blanca y rodeado de árboles que en vez de tener frutales, tienen monos por centenares.

La recomendación para el viajero es que lleve repelente, agua, ropa lijera y ganas de meterse al rio. A los hombres no les recomiendo ir en pareja, allá encontraran compañía en las decenas de gringas voluntarias que se aventuran por ahí. Si llegan por esos rincones, no olviden entablar conversación con los pobladores del Oriente, descendientes de los huaoranis y ellos descendientes de la polinesia como nos han enseñado en el colegio. Son las personas más amables del Ecuador.
Y de los monos no tengan cuidado, ellos están tan acostumbrados a los humanos que probablemente se te acerquen curiosos por saber qué llevas.
Buen viaje.